Personajes tan entrañables como Perico el Conejo (Peter Rabbit), la Oca Carlota (Jemina Puddle-Duck) o la Ardilla Nogalina (Squirrel Nutkin) forman parte del imaginario de niños de todo el mundo.
Es algo que le debemos a Beatrix Potter (1866-1943), una excepcional ilustradora cuya prosa se caracteriza por su ironía y por un estilo muy cuidado.
La vida y la obra de Beatrix Potter son inseparables de un paisaje, el Distrito de los Lagos, donde veraneó con frecuencia y obtuvo inspiración para sus cuentos más conocidos.
Criada en el seno de una familia acomodada, Potter recibió la influencia del vicario Hardwicke Rawnsley, firme defensor de la naturaleza y el patrimonio histórico ingleses.
Como luego sucedería con Tolkien, la joven Potter entendió que esa actitud proteccionista era imprescindible para preservar las esencias de la vieja Inglaterra, amenazadas por la modernidad y la especulación.
En el terreno artístico, Beatrix Potter fue una acuarelista formidable, elogiada por pintores de la talla de John Everett Millais.
Sin embargo, en lugar de aplicar ese talento a las Bellas Artes, prefirió emplearlo para dibujar setas y hongos –siempre le fascinó la micología–, y desde luego, para realizar su exitosa serie de cuentos infantiles.
Creó a Perico el conejo a la edad de 35 años.
Aquella primera historia dio lugar a otras muchas, y su fama llegó a ser internacional.
Con cierta ligereza, se ha hablado de los cuentos de Beatrix Potter como si éstos fuesen un ejemplo de literatura victoriana.
En realidad, no es así.
En su estudio La magia de los libros infantiles, Seth Lerer destaca que, durante el reinado de Eduardo VII, en los años que precedieron a la Primera Guerra Mundial, se dieron numerosos cambios sociales y políticos.
La época eduardiana fue, en este sentido, un escenario muy propicio a la creación.
Esa es, por cierto, la identidad histórica de la obra de Potter.
“Se ha dado mucha importancia –escribe Lerer– a los cambios que provocaron estos movimientos sociales y estéticos en la literatura para niños de la primera década del siglo XX. Por lo pronto, los críticos han señalado desde hace ya bastante tiempo la explosión de autores, novelas, obras dramáticas y poemas que se produjo en este periodo [eduardiano]. Muchas de las obras más conocidas de la literatura infantil fueron escritas en esta época: El conejo Perico (Peter Rabbit), Peter Pan, El viento en los sauces, El jardín secreto, Ana de las Tejas Verdes o Los niños del tren”.
0 comentarios:
Publicar un comentario